miércoles, 18 de junio de 2008

Alicia Martínez. Carta y poema


(Nínive)

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Víktor: Sabes bien que el primer poema que escribí tras mi letargo era tuyo. Luego han venido otros. Y tras leer los poemas y canalladas que inspira tu amistad no puedo hacer nada. Sólo inspiro bien hondo, no estaría bien llorar rodeada de periodistas al acecho de la noticia, y observo a través de la ventana el lento trasncurrir de la vida, marcado por el ritmo de las hojas del árbol de mi haiku... y me da la sensación de haberme quedado fuera de la sangre. Desde mi infancia una de mis aficiones preferidas era reflexionar, que no ejercer (fíjate tú qué cosas) sobre la verdadera esencia de la amistad. Uno de los grandes retos de mi madurez es encontrar las palabras para expresar la amistad o el amor. Con mis amigos no hay expresión de amistad, hay hechos y yo, ser sentimental y palabrero, echaba en falta esas palabras. Ahora descubro tu universo. Universo inédito y mágico, cuajado de estrellas rutilantes, enormes en su resplandor independiente, increíbles en su fulgor celestial. Y, en el centro, sin querer, de rondón, de puntillas, pero con los brazos abiertos, como un gran maestro generoso y humilde, Víktor. Víctor. Gracias.

A Víktor. Por ayudarme a encontrar a Nínive. Por ser.

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Esta noche me estoy volviendo loca
Los dedos me resbalan y sumergen
en la arena sutil de un pasado
seductor como el tronco grueso
Y ya no me creo

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Quedarme quieta, abrazada a mis piernas
oliéndome hacia dentro
recuperando el sonido
de una respiración ajena
que suena afuera, más allá de la ventana.

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Vieja. Extasiada y vieja
Y de nuevo, con la fuerza
de un descubrimiento antiquísimo
recupero al cóndor
que quedó petrificado
en Nínive
Sin intuir que la luna
la arena suave de mis dedos
las palabras dichas en voz alta
las calladas, las gritadas
y las estampadas como un golpe
iban a provocar su remonte

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Despertó el cóndor, lo intuí
cuando empecé a buscar a Nínive
Cuando tejimos la red de plata
entre tú y yo, hacendosos
hacedores de palabra

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Y ahora, descansaremos
porque lo no soñado
no contado, no dicho
no bajará a la Tierra
no hará nido...

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Planeará sobre nuestras cabezas
incansablemente, implacable
y ya nunca descenderá
Ojos áureos lo vigilarán
No volverá a la piedra
al no ser

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No. Ya no.



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